El 25 de abril de 1939, Clotario Blest como director del Club Deportivo de Tesorerías y con el objeto de reunirse y analizar los problemas de los funcionarios, llama a una Asamblea a todos los funcionarios de la Tesorería Provincial y Comunal de Santiago. Después de un debate con más de 90 compañeros, el día 27 de Abril se acuerda fundar en Santiago la AET, Asociación de Empleados de Tesorerías, designándose a compañeros de confianza para que hicieran lo mismo en diferentes partes del país. Esta trascendental tarea estuvo a cargo de hombres con vigorosa personalidad como Clotario Blest Riffo, Osvaldo Godoy Cornejo, Félix Miranda Salas, Alberto Arellano, Ramírez Andrade entre otros. Así se convirtieron en uno de los primeros servicios públicos en organizarse gremialmente.
El 5 de mayo 1943, se unen varias Asociaciones de Trabajadores del Estado y forman la Agrupación Nacional de Empleados Fiscales, ANEF, principal impulsora de la unidad de los trabajadores chilenos. Luego en 1953 se constituye la Central Única de Trabajadores, CUT, con Clotario Blest como presidente. "El crecer como gremio es una de nuestras mayores preocupaciones y desafíos, hemos trabajado incansablemente para estar siempre a la altura de los acontecimientos. Las movilizaciones, tanto en nuestro lugar de trabajo como en la calle, dan muestra de nuestros deseos de lograr mejoras importantes para nuestros compañeros asociados. Por eso, no debemos olvidar que sólo con consecuencia y esfuerzo se logran los sueños de los trabajadores. "La unidad y sólo la unidad hará invencibles a los trabajadores"." (Clotario Blest)
La asociación se extendió a través de todo el país, desde Arica a Magallanes.
La Directiva Nacional luchaba por lograr mejores rentas, mayores comodidades y estímulos para el personal. Lamentablemente, estas justas aspiraciones no eran acogidas por el Tesorero General o eran rechazadas por el Ministerio de Hacienda de la época.
Como era de esperarlo, comenzaron las persecuciones a los dirigentes. Se les designaban cargos que les impedían desempeñarse como dirigentes (como los casos de Clotario Blest Riffo y Osvaldo Godoy), se les humillaba en diferentes y sutiles formas o se les trasladaba arbitrariamente a ciudades alejadas de la capital. La primera victima fue Clotario Blest Riffo, fue trasladado arbitrariamente al norte del país, no aceptó, y presentó la renuncia a su cargo, sacrifico su puesto, futuro y mediano bienestar antes de aceptar esta medida; Félix Miranda, fue enviado a Antofagasta, estuvo allá cuatro meses, impulso vigorosamente a la A.E.T. local y luego presentó la renuncia a su cargo.
La Tesorería General no tenía escrúpulos, el ejemplo de esto es cuando a Juan Lepe Riffo (Dirigente Provincial de Concepción) y Américo Vila fueron lanzados a la calle sin ningún miramiento, en pésimas condiciones económicas, por mantener una actitud digna frente a sus superiores jerárquicos en defensa de sus compañeros.
La persecución más despiadada e injusta del historial de la A.E.T. se produjo a mediados de 1960, siendo Tesorero General Ramón Aviles Beúnza y Tesorero Provincial de Santiago, Mario Lagos Valenzuela. Toda la Directiva Nacional fue trasladada arbitrariamente, exigiéndoles la renuncia de sus cargos, si no se trasladaban a sus nuevos destinos, dentro de plazos señalados. Diferentes miembros de la Directiva cumplieron con el mandato.
En una reunión, la mayoría de los Tesoreros Provinciales, tenían en sus manos un ejemplar de la revista “Momento” (Virtualmente el puente de comunicación entre la Directiva Nacional de la A.E.T., y las Provincias.), el Tesorero General después de escuchar a los dirigentes, manifestó:
“Tuve un comienzo dudas sobre los objetivos de la Asociación, sobre todo de no concretarse a su rol gremial, pero debo declarar que han respondido hasta aquí dentro de los propósitos sociales y culturales, y agregó: “Había manifestado a estos jóvenes que reconocía la Asociación, y ahora debo decirlo a los señores Tesoreros Provinciales, que la reconozco oficialmente y en breve enviaré la comunicación correspondiente”. A pesar de las palabras del Tesorero General, Carlos Castellón Bello, los Dirigentes aceptaron este hecho como una simple declaración, efectivamente, la comunicación de reconocimiento de la Asociación de Empleados de Tesorería (A.E.T.), no llego jamás a poder del Secretariado General, ni tampoco se envió a los Tesoreros Provinciales.
En diciembre de 1939, la A.E.T. pidió a la Tesorería General mediante comunicación la remuneración por trabajos extraordinarios. La Tesorería General no Contestó. Se reitero la Petición, pero no ocurrió nada; el Secretariado Provincial de Santiago, por su parte, obtuvo la liquidación del casino que servía sólo a los altos empleados de Ministerio de Hacienda, y se instalo en cambio un restorán popular para todos los empleados que trabajan en el edificio del Ministerio.
En Rancagua, el 10 de agosto se inauguró el casino de la A.E.T. que dio lugar a una manifestación animadísima, en el que el Tesorero Provincial Oscar Oyarzún Blest testimonio su adhesión al movimiento gremial.
En 1941, fue aprobado por el parlamento el proyecto de reajuste de sueldos, que la A.E.T. por todos los medios trató de perfeccionar ante la comisión parlamentaria para favorecer económicamente a los grados bajos. No se pudo lograr, por que la aprobación de ese reajuste se hizo en base del proyecto original del Ministerio de Hacienda.
Ni con todo lo ocurrido, la A.E.T. moría, sino todo lo contrario